(SILENCIAMOS DEEZER...y escuchamos Gricel)
Letra: José Maria Contursi.
Música: Mariano Mores.
No debí pensar jamás
Y sin embargo te busqué
hasta que un día te encontré
y con mis besos te aturdí
sin importarme que eras buena.
Tu ilusión fue de cristal,
se rompió cuando partí,
pues nunca, nunca más volví...
¡Qué amarga fue tu pena!
"No te olvides de mí,
de tu Grisel",
me dijiste al besar
el Cristo aquél...
Y hoy, que vivo enloquecido
porque no te olvidé,
ni te acuerdas de mí,
¡Grisel!, ¡Grisel!
Me faltó después tu voz
y el calor de tu mirar,
y como un loco te busqué
pero ya nunca te encontré
y en otros besos me aturdí.
¡Mi vida fue todo engaño!
¿Qué será, Grisel, de mí...?
¡Se cumplió la ley de Dios
porque sus culpas ya pagó
quien te hizo tanto daño!
Esta historia, ha sido transcrita literalmente del libro CIEN TANGOS FUNDAMENTALES de Oscar del Priore e Irene Amuchástegui, las imágenes, han sido localizadas en internet.
Es sabido, porque es una de las historias más conmovedoras de toda la tradición del género, que en el lamento de José María Contursi por Gricel no hay nada de fantasía.
Gricel existió. Fue primero el amor imposible del poeta, más tarde su poco escrupulosa conquista, enseguida su remordimiento y su obsesión. Finalmente al reencontrarse tres décadas después del principio, la compañera de sus últimos años.
En 1934, la jovencita Susana Gricel Viganó viajó a Buenos Aires invitada por las hermanas Nelly y Gori Omar, sus amigas cancionistas del pueblo bonaerense de Guaraní. De visita en la porteña radio Stentor, donde acompaño a las Omar, Gricel conoció a José María Catunga Contursí, en lo que probablemente no fue más que una breve presentación formal. Entonces, Catunga-hijo del legendario letrista Pascual Conturi- tenía veintidós años, ya había dado a conocer su vals Tu nombre (con música de Raúl Portolés Peralta) y trabajaba en la radio como locutor. Y Gricel era una quinceañera en la que ya florecía la gracia que un año después le valdría la banda de Miss Capilla del Monte en el concurso de belleza del pueblo cordobés en el que estaba establecida con sus padres. Es improbable que Catunga no lo haya advertido.
Para 1938, cuatro años después del fugaz encuentro con Gricel, Contursi vivía con su esposa Alina y sus hijas en la calle Otamendi 539 de Buenos Aires, capeando los conflictos provocados en el matrimonio por sus continuas infidelidades y su predilección por la vida nocturna (según comentaron sus hijas). Una extraña enfermedad intestinal comenzó a aquejar al poeta y los médicos recomendaron una temporada de reposo en las tierras de Córdoba. En la Capilla del Monte, Catunga procura el reencuentro con Gricel y se sella el romance.
Entre 1938 y 1940 se suceden varios viajes de Contursi a Capilla del Monte. Hasta que el poeta decide permanecer definitivamente junto a su esposa, de la que nunca se había separado. Pero Gricel no había dejado en el poeta la liviana impresión de una aventura. Sino las profundas huellas de amor y remordimiento del tango que lleva su nombre, para el que el poeta encontró un compositor ideal en el lírico Mariano Mores. Y un cantor emblemático en Francisco Florentino, a quien Catunga consideró el mejor intérprete de su obra, y quién la grabó como cantor de la orquesta de Aníbal Troilo el mismo año del estreno.
En una investigación llevada a cabo en Capilla del Monte (y publicada en Clarín en 1994), el periodista Horacio Azpiolea reconstruyó la historia. Según su trabajo, es Ciriaco Ortiz, el talentoso bandoneonista cordobés, quien visita a Gricel en 1962 en Capilla del Monte, en la hostería que habían fundado los padres de ella, para confiarle que Contursi llevaba mucho tiempo en una situación desesperada. En la atrapante conferencia “José María Contursi. Recuerdos y Reflexiones”, dictada por Alicia y Amalia Contursi, las hijas del poeta, la primera describe este estado de cosas. “Ha quedado (Contursi) sin su compañera de toda la vida y la madre de sus cuatro hijos. No tiene más medios económicos que lo que cobra por sus tangos y los de su padre. No hay propiedades ni dineros…
Eso sí: los gastos del Buffet son abultados: el alcohol lo está atrapando…En 1956 muere su madre y allí se produce el derrumbe. Entra en una depresión muy fuerte. Pasan años de encierro en su propia casa, donde la musa está dormida y hasta ha quedado postergado el caballero noctámbulo. Un día gris como tantos otros…se produce el milagro”
El milagro al que se refiere Alicia, provocado por la intervención de Ciriaco, es la decisión redentora de Gricel-que también ha quedado viuda- de viajar a Buenos Aires en busca del poeta. No vuelven a separarse. Y Contursi, que posiblemente había recordado tácitamente a Gricel en otros tangos además del homónimo (tal vez En esta tarde gris, tal vez, Cristal) ahora escribe Otra vez Gricel.
En 1967 se instalan en la capilla del Monte. Martín Flores Fernández, en una comunicación de 1980 a la Academia Porteña del Lunfardo, aporta: “Susana Gricel Viganó contrajo enlace con José María Conturi el 16 de agosto de 1967. Según consta en el libro III de Matrimonios, folio 265, de la parroquia de San Antonio de Papua, Capilla del Monte. El tenía 56 y ella 47”.
Gricel tuvo muchas versiones logradas. Francisco Canaro lo grabó con su orquesta y la voz de Eduardo Adrián, en fecha inmediata al estreno. También lo registraron, en distintas épocas. Libertad Lamarque, Charlo, Roberto Goyeneche, Hugo Marcel, Néstor Fabián, Amadeo Mandarino, Alberto Bianco, la orquesta de Alfredo De Angelis con la voz de Marcelo Biondini y la de Ernesto Franco con Carlos Damián. Existen versiones de Don Goyo (René Cospito) y de Lucio Demare en solo de piano.
Por su parte, el compositor de la obra, Mores, lo grabó con la voz de Enrique Lucero, y también en una versión sin canto, exaltadamente lírica, que subtituló “Fantasía melódica”
Llego al cine, cantado por Alberto Vila en la película, Adiós, Pampa mía (dirigida por Manuel Romero) y por Hugo del Carril en la película Pasión imposible (Luis Bayón Herrera).
Mi profundo agradecimiento a quién me facilitó el libro, y al libro en si que me permitirá poder daros a conocer a través de las canciones, la propia historia del contenido de sus letras.